miércoles, 28 de octubre de 2020

Carta a mi yo del pasado.

Si estás leyendo ésta carta, es porque ya estás un poco más lista, más alejada de lo que eras antes y porque eres motivo suficiente para volver a escribir, te escribo a ti. 

Tuviste que tomar valor para empezar de cero, cada vez que sientes que ese 'empezar de cero' vuelve a hacerse presente; cuando volvemos a caer en donde menos queríamos estar, hace ya bastante tiempo.  

Hasta ahora, has comprendido que tenías que pasar por cada una de las cosas que que viviste, por cada persona que llegó, que siguió contigo y que en su mayoría... ya no está.  

También te puedo hablar de futuras despedidas, quizá o no tan quizá están más cerca de lo que se ve,  pero quizá ya estás lista para lo que viene. 
Estuviste preparándote por mucho tiempo para poder conocerme hoy, lo que eres actualmente. 

Lo mejor de todo y espero recuerdes bien, eran esas sumergidas profundas a ti misma a las tres de la mañana; era como si volvieras a esa edad de once años, cuando creíste estar protegida ¡y no!, no lo estabas. 
O como cuando tuviste que aguantarte esas lágrimas un sábado a las diez de la noche bebiendo con amigos y lo único que querías era huir o salir corriendo como niña chiquita para solo ver el mar inmenso que habita dentro de ti y no te atrevías a hacerlo.

Aún sigues tratando de encontrar mucho significado a lo que ya no existe, acá entre nos... vas a tener que aprender a darle sentido tú misma a eso huecos que una vez tanto te atormentaron, y de vez en cuando siguen por ahí merodenando. 
Las personas que en algún momento pudieron dar explicación de tantos sucesos se negaron a hacerlo en el algún tiempo y no dudes que si vuelves lo sigan haciendo.  Tranquila, aunque no lo creas, con el tiempo descubriste que esas personas que jugaban a ser principales en tu vida y fuertes, que se suponía nunca se irían,  también tienen miedo y derecho de irse como tú lo haz hecho. 
Nos los culpes, ni mucho menos los juzgues, cada uno sobrevive de acuerdo a sus capacidades y creo que hemos llegado ya a la conclusión de que hasta para tener miedo hay que tener valor. Sabemos que eso también es de valientes.  

Hablando de miedo, tú estuviste, sigues y probablemente seguirás casi muriéndote de miedo. No estás para saberlo, sé que te has quedado en el pasado, pero un día,  cuando estaba yo llegando, sin darte cuenta, lo viste fijamente de frente y no pudiste evitar mirar como sufría por dentro, se mostraba agresivo y un tanto alegre, hasta cierto punto, sarcástico. Lo sorprendente fue cuando después de cierta mirada aterradora que colocaba como protección, en lugar de salir corriendo alguno de los dos y que pudiste por supuesto ser tú; optaste por abrazarlo, cayéndo en llanto, todo ese miedo se transformó en amor. 

Ahí también comprendiste esa metáfora del amor. Que más que entenderla pudiste sentirle. 
Sí,  en efecto,  el miedo tiene miedo, es por eso que se acerca a quienes llevan un poco de valentía dentro -sino es que mucha-,  quizá si te hubiera contado todo esto antes de que llegara a ser hoy yo,  no lo creerías,  pensarías que estamos con alguna enfermedad mental porque mucho de lo que te cuento no se ve, se siente. 
Han pasado muchísimas cosas contigo, encontraste al verdadero amor de tu vida y sabes que siempre vas a ser tú,  que muchos pretenderán serlo y no será así (ojalá y hubieras sabido esto tú, te hubieras evitado muchos problemas y conflictos internos), te cuento todo esto no con la intención de hacerte sentir mal. Sino para que mostrarte que ya estamos mejor, tú ahora estás años atrás,  y yo que sigo siendo tú; por lo cuál voy a honrarte siempre. 

Como la cicatriz perfecta que le queda a mi cuerpo, como el amor incondicional que siempre debí tenerte y no sabía cómo hacerlo. 
Creo que si algo sabemos ambas, es que desde la infancia pudimos comprender que seríamos algo cuando fuéramos grandes. Teniendo en cuenta siempre la siguiente pregunta: ¿qué quiero ser cuando sea grande? 
Descartamos ser astronauta, que por cierto, México, ya tiene al primero; también ser médico cirujano,  descubrí que es mejor una cirugía emocional y que puede evitarte una cirugía física en el casi cien por ciento,  ¡a menos que se hable de un accidente claro!, también el ser maestra de primaria o preescolar,  que aún lo podemos llegar a hacer. 
Elegí la carrera que como el sistema social maneja, "cura a los locos" y no tampoco es psiquiatría. 
Pero más allá de un título profesional, ¿Qué sabes? No basta con este. 
Descubrí qué queríamos ser de grandes: SER FELIZ. 
Y por fortuna ya lo somos. 

Sé quizá te estarás confundiendo también, porque te escribo a ti, pero también a un nosotras, y es que no puedo decirte que has quedado del todo en el pasado,  pero tampoco que sigo siendo tú. A través de la elección de buscar acompañamiento para nuestra evolución,  nosotras no morimos y mucho menos tú, que en algún momento pudo parecerlo. 
Sino todo lo contrario, fuimos parte de una metamorfosis. 
Recuerdas a Kafka y a su libro 'metamorfosis',  pues ya lo pude comprender también. 
Entre otros libros, -por cierto- esos libros que tanto nos mostraron en la infancia y adolescencia,  los puedes entender con más claridad con más edad. 

La verdad, hemos comprendido más de lo que pensábamos llegaríamos a hacer, hemos terminado el grado académico que tanto decíamos "antes de los treinta". Y no en la que calculamos, cierto, seguimos con el miedo a las matemáticas,  ya estoy en ello también.  

Sabes, también has dejado de querer viajar a Marruecos y España de manera obsesiva (aunque claro que no lo descarto), por el simple 'viajar y conocer'; es parte también del porqué estamos  en este planeta llamado tierra y en tercera dimensión.  
Ahora entiendo porqué elegímos nacer; comprendí que nacer, también es un milagro y que uno también es esa magia mientras sucede, pero la entendí más allá de como tanto nos habló aquella persona cuando teníamos apenas diez años. 

Por cierto,  casi lo olvido, no éramos conscientes de lo afortunadas que somos de haber nacido en el lugar que elegimos para hacerlo. 
Y sin duda, volvería a elegirlo nuevamente,  aunque no lo creas, ofrece mucho más de lo que mucho creen.  

Si estás leyendo está carta, es porque he decidido dejar huella de que un día fuimos, de lo que ya no somos, de lo que somos, y como recordatorio a lo que aún nos falta por ser. 

Esta carta no es más que muestra del amor que te tengo, de lo orgullosa que estoy de lo que fuiste y lo que logramos superar sin darnos cuenta,  de romper con todo lo que nos separaba, a ti de mí y a mí  de ti. 

De que no hay rencor, ni mucho menos permitiré que nazca odio,  y eso te lo debo a ti, tú me enseñaste a no odiar,  y yo lo reforcé comprobándo que en donde hay amor no se puede odiar, gracias a ti, yo descubrí lo que somos: AMOR. 

Sé que me toca aún mucho por avanzar, sé que después de que tú dejáste de ser tú para ser yo, hubo una metamorfosis y por qué no, comprobamos eso de cómo funciona un ave fénix. No tiene que ver con los cuentos de hadas, punto a nuestro favor de no creer en ellos. 

Dos personas han creído que si creemos en los cuentos, y me agrada, quiere decir que no nos vemos tan mal. Vamos a seguir omitiendo eso del príncipe Azul. 
Aprendí a aceptar esas partes físicas que no te gustaban a ti, y sabes qué, por momentos, regreso a ti para recordar que  m(t)e tengo solo a mí y cada parte es perfecta.  ¡Tenemos intermediario en esto también eh! No creas que se ha podido solo. También he aprendido a aceptar ayuda, aunque claro, ni cuenta se han dado de que han ayudado. 

Es mucho, lo que hay que agradecer y contar, creo que lo iré haciendo poco a poco. 

En fin, como despedida,  solo quiero decir lo siguiente: 
¡GRACIAS! Por elegir cada paso, para llegar a mí.  
¡LO SIENTO! Por todas la veces que me olvidé de ti y de mí.  
¡PERDÓN! Por no haberte defendido, solo que fue algo que nadie me enseñó a hacerlo. 
¡TE AMO! 














No hay comentarios:

Publicar un comentario