lunes, 12 de septiembre de 2016

Abrazos del alma - apapachoa-

Aquella tarde apoyaste tu frente con la mía, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo. Un calor delicioso empezó a derramarse por mi cuerpo y yo entonces me incorporé buscando tus labios, y buscando lo mismo que tú; devolví un beso con una urgencia apasionada y logré rodearte con los brazos. Me fundí contigo y dejé que nuestros cuerpos se juntaran lentamente.
Podía sentir tu calor a través de la fina tela de tu camisa y percibía lo latidos de tu corazón acelerados.
Entonces te acercaste y de la misma manera me besaste suavemente. El dulce sabor de tus labios permaneció en los míos cuando te apartaste, inclinaste hacía mí y me susurraste  al oído:
                                              "ya he perdido, me he enamorado"
Permanecíamos entrelazados hasta que te retiraste suavemente, pero con decisión, casi sin darme cuenta.
Me colocaste un mechón suelto detrás de la oreja y dedicándome una de tus medias sonrisas de ensueño, tomándome de la mano enseguida; hiciste que me sintiera  bien... me hacías bien.
Fue entonces ahí, justo ahí donde supe que  empezabas a convertirte en mi todo.
A pesar de que sabía claramente que convertir a alguien en el centro de tu mundo no puede conducir si no al desastre. Pero tú comenzabas a ser el desastre más bonito que podía haber conocido. 
Para aquella hora todo permanecía tan inmóvil que me daba la sensación de que éramos lo únicos seres del mundo.
Que no había nada que pudiese separarnos. Ni siquiera la noche o el día o posiblemente ni nosotros mismos.
Lo único que nos acompañaba era el sol tocando nuestros cuerpos, el lugar templado de aquel lugar y aquel sonido del agua que se escuchaba caer de aquella pequeña cascada.
Aquel era el mejor momento para conectar todo de nosotros, las risas habitaban por nosotros, era de tarde, la caída del sol bajaba con una gran sensación, quizá porque podía sentir aquella conexión que se daba entre tú y yo... Entre tu alma y la mía. 
Ya estábamos más que conectados.
Éramos uno mismo con tan solo mirarnos, dejar que aquello que sentíamos fuera el causante posiblemente de que nos quedáramos con ese momento para siempre, aunque sea una vez  no estando ni uno de los dos. Ese momento permanecería en nosotros por siempre. Y quizá esa misma conexión fuese la causa de nuestra alegría o de nuestra tristeza.
A partir de ahí, sólo sabíamos que para nosotros dos sólo existíamos ambos; solo tú y yo, y el enorme sentimiento que podíamos sentir.
Comencé a sentirme la persona más dichosa del mundo, era tan maravilloso que me sentía fenomenal, no tomaba en cuenta que empezaba a atarme a Ti. Que así como podías ser lo más maravilloso de mi vida, así podías acabar conmigo por colocarte como mi centro de respiración, mi centro de atención.
Una vida contigo parecía preñada de promesas, de buenas promesas. Comenzaba a verte en mí; conmigo y yo contigo.
Quizá suene trillado, pero me sentí como si hubiera estado dormida por  mucho tiempo y acabara de despertarme.
Y entonces tu hubieses llegado a despertarme.
Decidí tomarte del todo y está vez volví a rodearte más fuerte,con más fuerza. Como si siempre estuvieras conmigo y al mismo tiempo como si esa fuese la última vez que así te tendría. Sabía que algo estaba por ocurrir, que algo mejor estaba por venir.
 Tú sin saberlo.... Dentro de mí, ya había dicho lo mismo, había dicho exactamente lo mismo que tú:
                                                     "He perdido. me he enamorado"
Y en silencio con los ojos más sinceros que podía tener, miré hacía ti y con gran alegría por dentro volví a abrazarte fuertemente, sin que tú captaras lo acepté y volví a reiterar con una sonrisa de las que casi nunca había regalado:
                                                                "ya me tienes"

No hay comentarios:

Publicar un comentario