Escribo de noche para no dormir.
Por miedo a soñarte y terminó dominada por el sueño por miedo a no dejar de pensarte.
Escribo esperando que nunca leas lo que escribo, porque si supiese que ya has leído algo de esto, entonces si terminarías por destrozarme, el alma y con ello todo lo demás.
Confirmaría que mi teoría esa que tanto me niego a aceptar es por fin concluida... moriría lentamente sabiendo que jamás me quisiste.
Y es que si fuese por mí, me la pasaría escribiendo en la próxima estación y los vagones cobrarían vida sólo para decirme lo estúpida que soy, y cada estación comenzaría a odiarte si pudiesen contar las veces que me han escuchado pronunciar tu nombre y las veces que me han visto pensarte.
Créeme, me gustaría que fuese la última de todas las estaciones dónde estuvieses tú, donde quedarme a vivir.
Porque sólo así será un viaje que nunca acabará. Que no tendrá ni salida, ni inició. Sólo será una base, donde ahí me podré quedar.
Y no me queda de otra más que seguir esperando a que llegues a aquel lugar.
Os aseguro que llegaré como si hubiese estado perdida todo este tiempo y te encontrara y la casualidad nos haya unido y digamos que fue solo manía del destino.
Voy a tomarte lentamente, como si no existiera tiempo ni incluso el lugar.
Voy a escribir las veces que pueda, las veces que quiera, las veces que sean.
Voy a escribir para ti, porque es la única forma que tengo para tenerte cerca.
Voy a escribir con el alma, con amor.
Voy a pensarte para que me termines pensando.
Voy a recordarte de la manera más bonita que conozca.
Voy soñarte despierta para imaginar continuamente que ya estoy contigo.
Y después de todo esto que sueño, si aún no llegas, voy a buscarte en mi siguiente vida sin la intención de encontrarte.
Culparé a quién pueda, a la vida, al cosmo, a Dios mismo, a quién sea necesario y le agradeceré por haberte echo parte de mi, aunque sea por un minuto, quizá convertidos en piedra, e incluso en polvo.
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