jueves, 29 de septiembre de 2016

"Cuando sepas de mí" -Risto-

Cuando sepas de mí, tú disimula. No les cuentes que me conociste, ni que estuvimos juntos, no les expliques lo que yo fui para ti, ni lo que habríamos sido de no ser por los dos. Primero, porque jamás te creerían. Pensarán que exageras, que se te fue la mano con la medicación, que nada ni nadie pudo haber sido tan verdad ni tan cierto. Te tomarán por loca, se reirán de tu pena y te empujarán a seguir, que es la forma que tienen los demás de hacernos olvidar.

Cuando sepas de mí, tú calla y sonríe, jamás preguntes qué tal. Si me fue mal, ya se ocuparán de que te llegue. Y con todo lujo de detalles. Ya verás. Poco a poco, irán naufragando restos de mi historia contra la orilla de tu nueva vida, pedazos de recuerdos varados en la única playa del mundo sobre la que ya nunca más saldrá el sol. Y si me fue bien, tampoco tardarás mucho en enterarte, no te preocupes. Intentarán ensombrecer tu alegría echando mis supuestos éxitos como alcohol para tus heridas, y no dudarán en arrojártelo a quemarropa. Pero de nuevo te vendrá todo como a destiempo, inconexo y mal.

Qué sabrán ellos de tu alegría. Yo, que la he tenido entre mis manos y que la pude tutear como quien tutea a la felicidad, quizás. Pero ellos… nah.

A lo que iba.

Nadie puede imaginar lo que sentirás cuando sepas de mí. Nadie puede ni debe, hazme caso. Sentirás el dolor de esa ecuación que creímos resuelta, por ser incapaz de despejarla hasta el final. Sentirás el incordio de esa pregunta que jamás supo cerrar su signo de interrogación. Sentirás un qué hubiera pasado si. Y sobre todo, sentirás que algo entre nosotros continuó creciendo incluso cuando nos separamos. Un algo tan grande como el vacío que dejamos al volver a ser dos. Un algo tan pequeño como el espacio que un sí le acaba siempre cediendo a un no.

Pero tú aguanta. Resiste. Hazte el favor. Háznoslo a los dos. Que no se te note. Que nadie descubra esos ojos tuyos subrayados con agua y sal.

Eso sí, cuando sepas de mí, intenta no dar portazo a mis recuerdos. Piensa que llevarán días, meses o puede que incluso años vagando y mendigando por ahí, abrazándose a cualquier excusa para poder pronunciarse, a la espera de que alguien los acogiese, los escuchase y les diese calor. Son aquellos recuerdos que fabricamos juntos, con las mismas manos con las que construimos un futuro que jamás fue, son esas anécdotas estúpidas que sólo nos hacen gracia a ti y a mí, escritas en un idioma que ya nadie practica, otra lengua muerta a manos de un paladar exquisito.

Dales cobijo. Préstales algo, cualquier cosa, aunque sólo sea tu atención.

Porque si algún día sabes de mí, eso significará muchas cosas. La primera, que por mucho que lo intenté, no me pude ir tan lejos de ti como yo quería. La segunda, que por mucho que lo deseaste, tú tampoco pudiste quedarte tan cerca de donde alguna vez fuimos feliz. Sí, feliz. La tercera, que tu mundo y el mío siguen con pronóstico estable dentro de la gravedad. Y la cuarta, -por hacer la lista finita-, que cualquier resta es en realidad una suma disfrazada de cero, una vuelta a cualquier sitio menos al lugar del que se partió.

Nada de todo esto debería turbar ni alterar tu existencia el día que sepas de mí. Nada de todo esto debería dejarte mal. Piensa que tú y yo pudimos con todo. Piensa que todo se pudo y todo se tuvo, hasta el final.

A partir de ahora, tú tranquila, que yo estaré bien. Me conformo con que algún día sepas de mí, me conformo con que alguien vuelva a morderte de alegría, me basta con saber que algún día mi nombre volverá a rozar tus oídos y a entornar tus labios. Esos que ahora abres ante cualquiera que cuente cosas sobre mí.

Por eso, cuando sepas de mí, no seas tonta y disimula.

Haz ver que me olvidas.

Y me acabarás olvidando.

De verdad.”

martes, 20 de septiembre de 2016

317 días más tarde.

Nos alejamos un ocho de noviembre por la noche, en un cálido domingo...
Y aún no supero aquella despedida donde estabas tan en calma.
Te fuiste y yo pensando que todo pasaría en un par de días, quizá en cuestión de horas.
Te fuiste y sin saber te di el abrazo más fuerte y cálido que apenas pude darte, estabas tan sin mí.
Te fuiste y por esa noche yo estaba como si nada, no pensaba que fuese la última vez.
Te fuiste y fue exactamente porque así lo querías: Sólo querías irte... Como si nada hubiese pasado, como si no hubiese existido un "nosotros".
Te alejaste como si no quisieras estar ahí ni un minuto más, como si quisieras borrar el "nosotros"
Y aquí me tienes escribiéndote nuevamente, pero esta vez de diferente manera, ésta vez para dejar un poco todo: Un poco de Ti.
Esta vez puedo decir que ya estoy despertando de ti. Me tenías tan ciega, que pensaba que en cualquier momento llegarías después de tanto tiempo lejos, de tanto tiempo sin mí.
Y ahora tuvieron que pasar trescientos diecisiete días para darme cuenta y entender que no me querías; que tus pocos "te quiero" y tus pocos "te amo" fueron falsos.
Que más que falsos, fueron hipócritas. Nunca hubo un nosotros. Siempre fui yo la  pensaba que eras diferente, que no eras como la mayoría de aquellas personas, pensaba que no eras uno más: que valías la pena, que tal vez no podía creer en los cuentos de hadas pero si podía creer en ti. Tal vez te creía lo que quería ver, lo que quería que fueras para mí.
Trescientos diecisiete días para entender que el tiempo que pedías no era un tiempo, si no era un adiós.
Que ilusa la vida, me enseñó de una forma tan brusca a no confiar.
Y tú fuiste el medio. Pero no me desilusioné de la vida.
 Hoy terminé desilusionándome de Ti.
Porque un par de meses después que partiste me terminé enamorando más de la vida; me enamoré más de ésta mierda... porque de eso está compuesta, sólo por existir humanidad. Donde lo único que hacemos es destruirlo todo en el mundo e intentar hacernos cada vez más las víctimas.
Me enamoré de ella, la terminé aceptando de la manera más bonita.
Esa manera que por último no me dejó verla como mierda, si no como maravilla. Y por mucho que intentó no se salió con la suya.
Tuvieron que pasar trecientos diecisiete días para entender que cuando me pedías tiempo, no estábamos en el mismo diccionario, que sólo era mi diccionario.
Te ofrecí mi constelación, mi tiempo, los minutos y los segundos de reloj. Y lo que tú querías era un adiós.
No te ofrecí un 14 de noviembre... te ofrecí los doce meses de cualquier año, posiblemente de mis años. Te ofrecí un noviembre acompañado de once meses más, incluyendo muchos años más. Y  cada una de sus estaciones.
Te obsequié lo mas preciado que tenía: Yo.
Y ni aún así te bastaron, no te fueron suficientes.
Y ahora trecientos diecisiete días más tarde puedo darme cuenta que dejaste todo lo que nos conectaba; incluso el alma y terminaste drásticamente olvidándome ese día y no viste que contigo se quedó la mía,no viste mi alma se quedó, porque aún te pienso.
Y hoy a pesar de que me he dado cuenta que la única que amó fui yo, mi alma te sigue buscando. Aunque mi cabeza tal vez ha aceptado que solo fui una más en tu lista de damiselas para poder jugar.
Trecientos diecisiete días para darme cuenta que para ti todo acabo desde aquel ocho de noviembre.
Y es exactamente un 20 de septiembre en el que ya han transcurrido trecientos diecisiete días en el que me doy cuenta que no hubo nada.
Trescientos diecisiete días para entender, que decidiste correr por no aceptar algo diferente a lo que estabas acostumbrado a tener. Y hoy termino pidiendo perdón aunque no lo sepas.
Pero perdón por no haber sido una más de las que estabas tan a gusto a tener, Perdón por dar todo y más de lo que pensaste que podías recibir. Perdón por saber realmente lo que valías y valorarte como no pensabas que lo valías. perdón por dejarte ir.
Perdón por amarte, Perdón por quererte.
     
                                                                Aún así, tuya soy...

jueves, 15 de septiembre de 2016

Me gusta pensar que voy a verte.

Escribo de noche para no dormir.
Por miedo a soñarte y terminó dominada por el sueño por miedo a no dejar de pensarte.

Escribo  esperando  que nunca leas lo que escribo, porque si supiese que ya has leído algo de esto, entonces si terminarías por destrozarme, el alma y con ello todo lo demás.
Confirmaría que mi teoría esa que tanto me niego a aceptar es por fin concluida... moriría lentamente sabiendo que jamás me quisiste.

Y es que si fuese por mí, me la pasaría escribiendo en la próxima estación y los vagones cobrarían vida sólo para decirme lo estúpida que soy, y cada estación comenzaría a odiarte si pudiesen contar las veces que me han escuchado pronunciar tu nombre y las veces que me han visto pensarte.
Créeme, me gustaría que fuese la última  de  todas las estaciones dónde estuvieses tú, donde quedarme a vivir.

Porque  sólo así será un viaje que nunca acabará. Que no tendrá ni salida, ni inició. Sólo será una base, donde ahí me podré quedar.
Y  no me queda de otra más que seguir esperando a que llegues a aquel lugar.
Os aseguro que llegaré como si hubiese estado perdida todo este tiempo y te  encontrara y la casualidad nos haya unido y digamos que fue solo manía  del destino.

Voy a tomarte lentamente, como si no existiera tiempo ni incluso el lugar.
Voy a escribir las veces que pueda, las veces que quiera, las veces que sean.
Voy a escribir para ti, porque es la única forma que tengo para tenerte cerca.
Voy a escribir con el alma, con amor.
Voy a pensarte para que me termines pensando.
Voy a recordarte de la manera más bonita que conozca.
Voy soñarte despierta para imaginar continuamente que ya estoy contigo.
Y después de todo esto que sueño, si aún no llegas, voy a buscarte en mi siguiente vida sin la intención de encontrarte.
Culparé a quién pueda, a la vida, al cosmo, a Dios mismo, a quién sea necesario y le agradeceré por haberte echo parte de mi, aunque sea por un minuto, quizá convertidos en piedra, e incluso en polvo.

lunes, 12 de septiembre de 2016

Abrazos del alma - apapachoa-

Aquella tarde apoyaste tu frente con la mía, como si tuviéramos todo el tiempo del mundo. Un calor delicioso empezó a derramarse por mi cuerpo y yo entonces me incorporé buscando tus labios, y buscando lo mismo que tú; devolví un beso con una urgencia apasionada y logré rodearte con los brazos. Me fundí contigo y dejé que nuestros cuerpos se juntaran lentamente.
Podía sentir tu calor a través de la fina tela de tu camisa y percibía lo latidos de tu corazón acelerados.
Entonces te acercaste y de la misma manera me besaste suavemente. El dulce sabor de tus labios permaneció en los míos cuando te apartaste, inclinaste hacía mí y me susurraste  al oído:
                                              "ya he perdido, me he enamorado"
Permanecíamos entrelazados hasta que te retiraste suavemente, pero con decisión, casi sin darme cuenta.
Me colocaste un mechón suelto detrás de la oreja y dedicándome una de tus medias sonrisas de ensueño, tomándome de la mano enseguida; hiciste que me sintiera  bien... me hacías bien.
Fue entonces ahí, justo ahí donde supe que  empezabas a convertirte en mi todo.
A pesar de que sabía claramente que convertir a alguien en el centro de tu mundo no puede conducir si no al desastre. Pero tú comenzabas a ser el desastre más bonito que podía haber conocido. 
Para aquella hora todo permanecía tan inmóvil que me daba la sensación de que éramos lo únicos seres del mundo.
Que no había nada que pudiese separarnos. Ni siquiera la noche o el día o posiblemente ni nosotros mismos.
Lo único que nos acompañaba era el sol tocando nuestros cuerpos, el lugar templado de aquel lugar y aquel sonido del agua que se escuchaba caer de aquella pequeña cascada.
Aquel era el mejor momento para conectar todo de nosotros, las risas habitaban por nosotros, era de tarde, la caída del sol bajaba con una gran sensación, quizá porque podía sentir aquella conexión que se daba entre tú y yo... Entre tu alma y la mía. 
Ya estábamos más que conectados.
Éramos uno mismo con tan solo mirarnos, dejar que aquello que sentíamos fuera el causante posiblemente de que nos quedáramos con ese momento para siempre, aunque sea una vez  no estando ni uno de los dos. Ese momento permanecería en nosotros por siempre. Y quizá esa misma conexión fuese la causa de nuestra alegría o de nuestra tristeza.
A partir de ahí, sólo sabíamos que para nosotros dos sólo existíamos ambos; solo tú y yo, y el enorme sentimiento que podíamos sentir.
Comencé a sentirme la persona más dichosa del mundo, era tan maravilloso que me sentía fenomenal, no tomaba en cuenta que empezaba a atarme a Ti. Que así como podías ser lo más maravilloso de mi vida, así podías acabar conmigo por colocarte como mi centro de respiración, mi centro de atención.
Una vida contigo parecía preñada de promesas, de buenas promesas. Comenzaba a verte en mí; conmigo y yo contigo.
Quizá suene trillado, pero me sentí como si hubiera estado dormida por  mucho tiempo y acabara de despertarme.
Y entonces tu hubieses llegado a despertarme.
Decidí tomarte del todo y está vez volví a rodearte más fuerte,con más fuerza. Como si siempre estuvieras conmigo y al mismo tiempo como si esa fuese la última vez que así te tendría. Sabía que algo estaba por ocurrir, que algo mejor estaba por venir.
 Tú sin saberlo.... Dentro de mí, ya había dicho lo mismo, había dicho exactamente lo mismo que tú:
                                                     "He perdido. me he enamorado"
Y en silencio con los ojos más sinceros que podía tener, miré hacía ti y con gran alegría por dentro volví a abrazarte fuertemente, sin que tú captaras lo acepté y volví a reiterar con una sonrisa de las que casi nunca había regalado:
                                                                "ya me tienes"