lunes, 29 de mayo de 2017

Procedimiento para ser un cactus

Primer día (lunes):
Sabía que comenzaba algo nuevo; Un nuevo comienzo, tenía miedo, el alma se me iba cada que podía de tan solo pensar  lo que podía venir.  Sin embargo, tuve fuerza, acepté, y no hubo lágrima alguna.

Segundo día (martes):
Mi maldita intuición me decía que debía seguir; para mi desgracia, casi nunca me fallaba. No sabía ¿por qué? Ni ¿para qué? Ni que era o podía ser; pero de lo que si estaba segura era de que ya había dado dos pasos y tenía que llegar al límite de pasos que se tendrían que dar. Y se tenían que dar bien.

Tercer día (miércoles):
No extrañaba, ni comodidades, ni siquiera a la persona que creía el amor de mi vida; me gustó no extrañarla, me gustó no pensar en él, mi alma se sentía libre, en paz... sin nada y en aún en medio de esa nada, podía sentir algo bueno.
No me extrabaña ni a mi, y pensar que me sentía perdida y tenía que ir a cualquier lugar de mundo para recoger eso que tanto me hacía falta. Pero incluso me olvidé de mí, sabiendo que lo que  hacía era para encontrarme... logré olvidar que me necesitaba y me sentía bien y me hacía bien.

Cuarto día (jueves):
Ya no tenía miedo, había desaparecido y junto con él, mis angustias y un poco de mis penas. Pero no entraba motivo igual para seguir, llegué por un momento a la conclusión de que de nada serviría luchar por lo que estaba luchando, mis fuerzas eran pocas para entonces.  Me había decepciónado de mi... de la humanidad y por un momento nada me importó; volví a extrañar y llorar y quise gritar... y me quise morir. Y comprendí a los hombres cuando por su maldito ego, tragan saliva y se hacen los fuertes y son fuertes. Y hubo solo una gota de sal con agua subrayando mi cara hasta el mentón y en ese entonces me sentí miserable.
Mi cuerpo estaba de acuerdo conmigo y me acompañaba con dolor, lo podía sentir, sentía cada parte acumulada de dolor, me podía sentir.

Quinto día (viernes):
No era aún el fin, si no el nuevo comienzo, apenas comenzaba. Pero este era genial, era especial, no era como todos los comunes y sencillos "nuevos comienzos", este era especial, al menos para mi. Y pensé: Eso de los cuentos de hadas puede ser real.

Sexto día (sábado):
No podía sentir nada, no podía sentirme, estaba en paz, está incluso sin mi, otra vez; pero aún en medio del todo y del nada aún pensaba en aquel personaje secundario de mi historia.

Séptimo día (domingo):
En en un día de Pascua, y aunque era el día de un comienzo y de nueva paz; yo no podía estarlo, un enorme sentimiento llamado fracaso y un dolor que aguardaba sobre mi garganta permanecía, y con ello unas ganas enormes de llorar, de volver a llorar como hace mucho no lo hacía... no podía, otra vez no podía.  Quería un abrazo de la persona a la que a diario pensaba, a diario extrañaba... no extrañaba el trabajo, ni a dos pequeñas, ni a demás personas, lo extrañaba a él, solo a él, lo quería a él y lo buscaba a él; pero una vez más. No podía tener nada de lo que quería tener, al menos no por ahora.

                                ...

Día nuevo (el día que me inventé):
Este día, lo supe todo, lo comprendí todo, comprendí que la vida no complace caprichos; si no sueños y deseos, comprendí que la vida no te pasa de lección hasta haberla entendido y hasta haberla aprendido. 
Y que eres tú quien debería pasar sobre la vida, sobre el tiempo, pero en muchas ocasiones suele ser al revés.
Comprendí que cuando algo te pone enfrente, es porque algo hay que aprender, comprendí que no todos tienen la dicha de entender,  ni de vivir.
Una vez entendiendo esto, no me quedó de otra más que:
Cerrar los ojos; abrir los brazos, sentirme muevamente mía, libre, cerralos solo para mi, tomar aire, y seguir.
Y me gustó y supe que me hacía bien.

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